Hoy nuestra queridisima autora +Lily Perozo nos ha dado otro dulce adelando de É Por Amor, este sufrimiento de 2 meses es cada vez mas dificil, pero con este adelanto nos ha alegrado la noche. Gracias Lily ♥
É Por amor (Segundo adelanto)
Sophia juraba
que estaba más dormida que despierta cuando el teléfono del
intercomunicador retumbó en el lugar sacándola abruptamente del casi
sanador momento en el que se encontraba.
—Mato a Giacomo —murmuró
sulfurada y el dolor una vez más se le intensificaba ante el molesto
sonido—. ¡Que te jodan! No voy a contestar nada —aseguró sin la mínima
intención de levantarse de la cama.
El teléfono repicó en varias
oportunidades y ella se vio tentada a levantarse e ir a mentarle la
madre a Giacomo, pero sentía la cabeza demasiado pesada como para al
menos elevar el torso. Cuando por fin los repiques del llamado cesaron
suspiró profundamente e intentó volver a dormir.
Una vez más
estaba casi dormida cuando ahora Giacomo llamaba a la puerta, odiaba
cuando su amigo y conserje del edificio se ponía tan fastidioso. Hizo
acopio de todo el esfuerzo que poseía y con fastidio se quitó los
cobertores, los pateó a un lado; se incorporó calzándose sus pantuflas y
fue a abrirle.
—Ya verá, no le quedarán más ganas de molestar…
—refunfuñaba Sophia camino a la puerta—. Quedamos en que hoy no podía
bajar para hablar de sus experiencias homosexuales con casi medio
Manhattan. —Empezó a quitar los seguros de la puerta—. Giacomo te dije
que me siento… —las palabras se le enredaron en el preciso momento en
que abrió la puerta y ver que quien la molestaba no era Giacomo. No le
dio tiempo ni de pensar, sólo lanzó la hoja de madera y juraba que se la
había estampado en las narices a Reinhard Garnett.
Reinhard al
otro lado quedó completamente desconcertado, apenas si le había dado
tiempo de divisar a Sophia cuando al siguiente segundo la puerta retumbó
en su cara.
—¡Oh por Dios! ¡Qué vergüenza! No puede ser ¿qué hace
aquí? Le dije que no podía ir y punto —se dijo buscando
desesperadamente con la mirada los lentes de sol más cercanos y vio unos
tirados en el sofá, corrió, se los colocó y regresó a la puerta—.
¿Sigues ahí? —preguntó cómo si se tratara de un psicópata el que estaba
al otro lado.
—Aquí sigo, no me iré a ningún lado, no tengo a
donde ir, olvidé hacer reservaciones en el hotel —contestó alzando un
poco la voz para que ella lo escuchara.
Sophia abrió la puerta y una vez más se presentó ante Reinhard, sintió sonrojarse al ver cómo él la escaneaba con la mirada.
—No
digas mentiras, recuerda que tienes un apartamento y que Nueva York no
tiene un sólo hotel. ¿Qué haces aquí? —preguntó y estúpidamente empezaba
a temblar ante la mirada de Reinhard.
—Está bien, no tengo a dónde ir porque no quiero ir a ningún otro lado —contestó con determinación.
Sophia
sintió que las piernas empezaba a derretírsele ante las palabras de
Reinhard y bajó la mirada para constatar que no se le deshacían, pero
fue su más grave error porque se vio las patéticas pantuflas de
Garfields que llevaba puesta, parecían las de una chica de doce años y
eso no era la peor, lo más bochornoso era el pijama.
—Parezco Beetlejuice ¿verdad? —inquirió al ser consciente del pijama en rayas negras y blancas que llevaba puesta.
Reinhard se llevó las manos a los bolsillos del pantalón y negó con la cabeza.
—No,
no pareces Beetlejuice, estás más cerca de parecer una presidiaria —le
aclaró y no pudo evitar que en sus labios se formara una sonrisa de
medio lado.
—Estoy hecha un desastre —chilló sumamente sonrojada por la vergüenza.
—Evidentemente,
sin embargo creo que las pantuflas, el pijama y el cabello desordenado
me dan la impresión de que acabas de levantarte, sólo que los lentes no
concuerdan.
Sophia casi automáticamente empezó a peinarse el
cabello y sus manos temblaban ante los nervios que despertaba en ella
saber que estaba haciendo el bochorno más grande de la historia.
Tenía
que aparecer sin avisar, sin anunciarse antes. No le dio tiempo de
cambiarse, se le había ido al diablo todos sus esfuerzos hecho con
anterioridad, de nada le había servido utilizar con él su mejor
lencería, comprar pijamas que robaran el aliento de los hombres si al
final iba a llegar de esa manera y encontrarla al mejor estilo de
Brigitte Jones.
—¿Me dejarás pasar? —preguntó al ver que ella se encontraba sumida en sus pensamientos y lo ignoraba totalmente.
—¿Eh?
Sí, sí pasa —le pidió, pero antes de que él pudiese entrar ella corrió a
la habitación que sólo la dividía una pared —, y cierra la puerta —le
gritó mientras agarraba las pantaletas, medias y toda prenda que
estuviese regada y las tiró en la cesta de ropa sucia en el baño, porque
no podía salir con todo en mano. Caminó hasta la cama y trató de
acomodar un poco las sábanas.
Reinhard admiraba el pequeño, pero muy femenino lugar y esa exótica combinación con estampados de animales.
—No me has dicho por qué has venido —Apareció mientras se recogía el cabello con una liga negra.
—Vine a ver como estabas. No me diste una respuesta concreta.
—¿Quieres algo? —preguntó y se encaminó a la cocina que la separaba de la sala una barra.
—Un poco de agua —contestó y su mirada traviesa se ancló en el trasero de Sophia que bajo la delgada tela lo tentaba.
—No pude ir porque tenía mucho trabajo que hacer, hay cosas pendientes con todo esto de la nueva colección.
—Es
decir tú te quedas a trabajar mientras Rachell está de fiesta con mis
hijos —acotó y se acercó hasta Sophia que buscaba desesperadamente un
vaso—. Disculpa que sea sincero, pero no te creo, sé que tu amiga no es
de las que se van y deja la carga.
Sophia se decidió por una copa que era lo que tenía más cercano la llenó a la mitad y se la entregó.
—Tienes razón Rachell no haría eso, decliné tu invitación porque, porque no me sentía bien —dijo al fin.
—Debiste
decirme la verdad. Sophia no tienes por qué ocultarme las cosas y dar
excusas incoherentes —dio un paso al frente para acortar la distancia
que se interponía entre ellos—. ¿Sinceramente qué es lo que pasa?
—Ya te dije que sólo me siento un poco mal —prorrumpió titubeante
—Sin
rodeos —la alentó él y antes de que ella pudiese reaccionar le elevó
los lentes y entonces encontró la verdadera causa de porque no había
aceptado viajar a Brasil ese fin de semana—. ¿Qué te ha pasado? —indagó
con voz calma, demostrando que no se había sorprendido ante el estado
del ojo de ella.
—Nadie me ha golpeado —soltó las palabras casi sin respirar.
—Sé que nadie te ha golpeado, no es la primera vez que veo los vasos sanguíneos de los ojos reventados.
—Bueno eso fue lo que me pasó, ya has visto por qué no podía viajar.
—No es una razón, eso es lo de menos.
—Pues si es una gran razón de peso, aquí estoy que no sé dónde enterrar la cabeza ante la vergüenza que siento.
—¿Por
qué tienes que sentir vergüenza? —hizo la pregunta mirándola a los ojos
y le llevó una mano al cuello y le acariciaba la línea de la mandíbula
con el pulgar.
—Te parece poco como me has encontrado, el pijama, las pantuflas, el ojo… todo, absolutamente todo Reinhard.
—Lo
del ojo ha sido algo que escapa de tus manos, es cuestión de salud y la
ropa que llevas puesta es lo de menos, no le doy importancia, de hecho
le doy tan poca importancia que voy a quitártela ahora mismo —Se acercó
estiró el brazo y colocó la copa sobre la barra.
Sophia era débil
muy débil y lo sabía, por lo que apenas él dijo esas palabras olvido su
ojo y se le lanzó encima le cerró el cuello con los brazos y él
inmediatamente buscó la boca de ella. La besó sin clemencia, sin
preámbulos, la atacó con su lengua sin reservas así como las manos de
Reinhard se escabulleron por dentro del pijama y el agarró el culo,
apretándolo a su gusto.
Se besaron tanto como pudieron, pero ella
no lograba excitarse y algo estaba mal, si ese hombre la traía de
cabeza, lo soñaba despierta y dormida. Lo deseaba a cada segundo y
aunque disfrutaba del beso, no encontraba la manera de que su vagina
lubricara, sólo esa pequeña parte de su cuerpo parecía no entender que
lo deseaba.
—Un segundo… un segundo —pidió ella entre besos y él
se lo concedió—. Lo siento Reinhard —se alejó un par de pasos y al ver
la evidente erección a través del pantalón lo sentía más todavía—. De
verdad no puedo, no estoy en condiciones.
—Está bien, comprendo que no tengas ganas —dijo convencido de que había acorralado a Sophia y no debió hacerlo.
—Gracias
—murmuró con voz ronca, odiaba sentirse así. No poder tener sexo con el
hombre que deseaba porque los vasos sanguíneos reventados al parecer
también le había reventado la libido sexual—. ¿Quieres algo más? ¿Algo
de comer?
—No, pero si quiero quedarme contigo este fin de semana.
—¿Aquí? En mi espacio —preguntó sorprendida.
—Es pequeño, pero creo que puedes dejarme entrar, porque quiero estar en tu espacio. Claro al menos que no quieras.
—No…
—se detuvo ante la respuesta errónea—. Eh, digo si quiero, claro que
puedes quedarte. Podríamos ver alguna película juntos, lamentablemente
no cuento con muchas cosas con la cual distraerme. Te juro que si
tuviera al menos una bicicleta te llevaría a pasear al Central Park
Reinhard no pudo evitar soltar una carcajada ante la propuesta de Sophia.
—Prefiero
ver una película, no creo que pasear por el Central Park en bicicleta
sea acorde a mi edad, eso de pedalear, lo dejo en el gimnasio.
—Bien que sea una película entonces. Si quieres puedes pasar al cuarto y elegir la que quieras.
—Está bien. ¿Algún género en especial?
—El que sea, lo importante es entretenernos un poco —aportó mientras se servía yogurt en un vaso.
Reinhard
se dirigió a la habitación y ella aprovechó para darle un gran trago al
yogurt volvió a llenar el vaso, sabía que la estaba consumiendo la
ansiedad.
Después de varios minutos se encontraban en la cama.
Reinhard acostado y ella sentada descansando la espalda en la cabecera.
Una de sus piernas estaba encima del hombre que se la recorría con
sutiles caricias mientras, se encontraba atento a la trama de intriga y
suspense que estaban viendo.
El yogurt ni siquiera le llegó a la
primera parte de la película y se vio tentada a ir por más, pero sabía
que no era prudente hacerlo, debía darle la pelea a la ansiedad si no
quería esforzarse más de la cuenta en el gimnasio.
—¿Quieres cariños? —preguntó ella juguetona y se deslizaba en la cama para acostarse al lado de él.
—Todo lo que quieras darme —le respondió y le pasó el brazo por debajo del cuello, para pegarla a su pecho.
Ante
el permiso concedido desabotonó, uno a uno, los botones de la camisa de
un gris azulado y la abrió dejando al descubierto el pecho adornado por
los vellos rubios y sus dedos ansiosos volaron a jugar con las hebras,
entregándose al tierno y maravilloso momento, en el cual Reinhard de vez
en cuando le besaba los cabellos.
—Estoy segura que el psicópata
es el chico, tiene el perfil para serlo… He visto tantas películas de
este tipo que siempre el que parece un santo termina siendo el peor
—comentó Sophia exteriorizando su teoría.
—Yo por el contrario pienso que es una víctima más, nunca es del primero que se sospecha, yo creo que es la madre.
—Sí la madre sufre, está desesperada —contradijo la chica y posaba una de sus piernas encima de él.
—Está
fingiendo —le objetó, estrechándola más entre sus brazos y tenía
demasiado tiempo que no disfrutaba tanto algo tan sencillo como ver una
película.
Las disfrutaba cuando las veía con sus hijos, pero había
descubierto que no sólo quería el amor de sus hijos, quería también la
pasión de una mujer, quería una mujer permanente, una que se metiera en
su vida, como ninguna otra lo había hecho. En medio de sus anhelos
silenciosos, de pronto y de manera abrupta ella rompió el abrazo y con
rapidez saltó de la cama y corrió a lo que el suponía era el baño.
A
Sophia unas ganas incontrolables de vomitar la atacaron y temía no
llegar al baño, apenas logró hacerlo lanzó la puerta y dejó a Reinhard
fuera.
Él completamente desconcertado ante la sorpresiva actitud
de Sophia; pausó la película y salió de la cama. Por primera vez en su
vida olvidó sus normas de cortesía y entró al baño si anunciarse primero
y se encontró con Sophia devolviendo el yogurt en el retrete. Se quedó
parado en el umbral sólo mirando como ella se esforzaba por salir de ese
engorroso momento y a él las piernas no le daban para caminar. Se
sentía muy extraño y el corazón aceleró los latidos, eso ya lo había
vivido en el pasado y la escena del presente se mezclaba con la de años
atrás.
Sophia ni siquiera podía pedirle que saliera y que la
dejara sola porque la presencia de él ahí, sólo empeoraba la situación
en la que se encontraba.
Reinhard no se movió del lugar, la vio terminar y deshacerse del vómito.
—¿Te sientes bien? —fue lo único que se escapó de su boca y se sintió estúpido porque evidentemente ella no estaba bien.
—Ha
sido el yogurt, seguro se ha vencido y no me he percatado. —contestó y
se dirigió al lavamanos donde se enjuagó la boca y se lavó la cara.
Reinhard
encontró la manera de salir del trance en el cual se encontraba y
acortó la distancia, se paró al lado de ella y metió una de sus manos
debajo del chorro de agua y mojada se la pasó por la nuca. Sophia lo
miró a través del espejo y él le correspondió de la misma manera, pero
también le dio un beso en el hombro y una vez más mojaba su mano y le
acariciaba la nuca.
—Sophia ¿estás segura que el yogurt está vencido? —indagó y una vez más anclaba su mirada en la de ella a través del espejo.
—No
estoy segura, es una suposición —le confesó tomándole la mano y se la
llevó a los labios para darle un beso—. Siento que hayas tenido que
presenciar tal asquerosidad, como si no hubiese sido suficiente la facha
en la cual me encontraste y éste ojo como el de Terminator; entenderé si nunca más vienes a visitarme.
—No todo en la vida es color de rosa —le dijo guiñándole un ojo—. ¿Te ha visto algún médico el ojo?
—Sí, tengo un tratamiento… aunque no parece hacer ningún efecto, por el contrario estoy padeciendo de dolores de cabeza.
—Te dijo ¿qué causó que los vasos se reventaran? —Una vez más atrapó la mirada de Sophia en el espejo.
—Que
tal vez fue a consecuencia de algún esfuerzo, la verdad no recuerdo
haber hecho alguno que mereciera esto —se señaló el ojo afectado.
—No tiene que ser un esfuerzo significativo, pueden reventarse con sólo vomitar ¿has vomitado antes? —interrogó en voz baja.
—Sí… —en ese momento advirtió algo en la mirada de él que la hizo inmediatamente cambiar de parecer—. No
—¿Sí o no? —inquirió ante la contradicción de la respuesta.
—Sí
—murmuró y bajó la mirada, sus manos empezaron a temblar y ese temblor
empezó a esparcirse por todo su cuerpo, ante un miedo desconocido; tal
vez él la ponía muy nerviosa con su insistente mirada.
—Cuando te
dije que no era primera vez que veía a alguien con los vasos sanguíneos
de los ojos reventados no mentía, de hecho ya antes había presenciados
estos síntomas, los mismos —hablaba con voz pausada y sentía el cuerpo
de Sophia temblar, por lo que le agarró una mano para brindarle
seguridad.
—¿Lo viste en algún enfermo terminal? —quiso hacer el
momento menos embarazoso y retomar su autocontrol en medio de un chiste
al cual ni a ella misma le había hecho gracia.
Reinhard negó con la cabeza y le llevó la mano a la mandíbula, la ayudó a que volviera la cabeza y lo mirara a los ojos.
—Los
vi antes en mi ex esposa cuando estaba embarazada de Thor —Al soltar
las palabras en él mismo la seguridad tambaleó, aunque si bien no estaba
preparado para eso, no para ser padre nuevamente, prefería esa duda a
que fuese una enfermedad terminal en Sophia.
—No estoy embarazada
—contraatacó inmediatamente, se puso a la defensiva y se alejó de él,
que intentó tomarle la mano pero ella no lo permitió—. No estoy
embarazada, no lo estoy, no lo estoy —repetía y el corazón hacia
retumbar su latidos en el garganta.
—¿Estás segura? Sophia hemos tenido relaciones y no he usado preservativo.
—¡No
me culpes! —estaba demasiado nerviosa y se adelantaba a las reacciones
de Reinhard suponiendo que él la estaba acusando de un posible embarazo.
—No
te estoy culpando de nada, no soy un chico inmaduro e irresponsable
que ose al menos en culpar de algo a la pareja cuando es cosa de dos.
—No
estoy embarazada… no quiero estarlo —Negaba con la cabeza y los ojos
irremediablemente se le llenaban de lágrimas—. No quiero hacerte esto.
—¿Qué no quieres hacerme? —preguntó avanzando un paso para calmarla.
—¡No!
Aléjate por favor, por favor… es mejor que te vayas, no me digas que
estoy embarazada… ¡oh por Dios! No quiero amarrarte, no pienses en eso.
—Sophia
trata de calmarte, porque me estas poniendo nervioso, verdaderamente lo
estás haciendo. Creo que es mejor que salgamos de dudas ¿quieres
hacerte una prueba?
—¡No! —negaba con la cabeza incontables veces y se limpiaba las lágrimas que empezaban a correr por sus mejillas.
—No tienes que estar tan nerviosa, sólo es una posibilidad y es mejor salir de dudas.
—No vas a obligarme, no quiero.
—¿Y
cuánto tiempo vas a esperar? Dices que no puedes estar embarazada,
podría ser, tal vez es lo más probable, pero necesitamos estar seguros
porque si no es un embarazo tendré que llevarte al médico para que te
hagan unos exámenes más invasivos y descartar cualquier enfermedad.
—No lo digas tan fácil, porque no lo es —soltó alterada porque se encontraba en un callejón sin salida.
—Sé
que no es fácil para ti si no quieres tener hijos. —juraba que
temblaba. Y estaba asustado y hasta cierto punto no asimilaba siquiera
la posibilidad—. Pero debes salir de dudas, te compraré una prueba de
esas que venden en la farmacia, no tienes que ir al médico si no quieres
exponerte.
Sophia guardó silencio y él lo interpretó como la
aceptación de ella. Salió del baño y buscó sobre la mesa de noche su
teléfono móvil. Marcó a uno de sus guardaespaldas y le pidió el favor
que le comprara la prueba de embarazo y se la llevara al quinto piso.
Fue hasta la cocina por un poco de agua.
''Ya saben que no está editado pido disculpa por los errores.
Ahora
si puedo decir a las de las que están dando sus teorias que se les
cayeron las quinelas jajajaja ya ven que Sophia no puede huir y Reinhard
no piensa mal. Sólo nos queda esperar a ver si está embarazada o
verdaderamente está enferma. ''
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