É por amor (PRIMER ADELANTO)
—¿Puedo?
—la voz de Megan lo sacaba de sus cavilaciones y desvió la mirada del
paisaje negro y plata que se formaba fuera de la terraza, para verla a
ella señalando el sillón de tejidos hidrófugos y trenzado de ratán
envejecido, con cojines blancos, que estaba al lado.
Samuel sólo
asintió en silencio y regresó la mirada al paisaje donde la Luna bailaba
lentamente sobre el océano, mientras intentaba controlar el nudo que
subía y bajaba en su garganta como la mayor muestra de su
vulnerabilidad.
Megan se alisó la falda blanca que llevaba puesta y
con lentitud tomó asiento, sin encontrar palabras para iniciar una
conversación con Samuel, pero estaba segura que necesitaba hablar con
él.
—¿Dónde está Thor? —preguntó después de casi un minuto completo que le llevó controlar sus emociones.
—Salió a comprar algunas cosas —dijo ella ojeando el perfil pétreo de Samuel que seguía con la mirada al horizonte.
—¿Cómo se porta contigo? —indagó y mantenía su actitud recia, obligándose a no mostrar emociones.
—Bien, se porta muy bien Sam, lo quiero... —hablaba cuando él por fin se decidió a mirarla.
—Que tú lo quieras no es tan importante, lo más importante es que él te quiera de verdad, eso me dejara más tranquilo.
—Puedes
estar tranquilo, porque Thor me quiere, estoy completamente segura. —le
hizo saber con toda la certeza que poseía acerca de los sentimientos de
su novio. Mientras que con las uñas de los dedos pulgares raspaba el
tejido de los posa brazos del sillón.
—No debiste Megan… no debiste meterte con mi primo, es como mi hermano —le dijo en voz baja, casi en remanso.
Megan
se sintió dolida por las palabras de Samuel, le demostraba que pensaba
como todo el mundo y él mismo se encargaba de hacer polvo el pedestal en
que lo tenía.
—Sé que tal vez no soy la mujer que esperabas para
tu primo, al igual que muchos piensas que puedo alcanzarlo con mis
problemas. —agarró una bocanada de aire y se metió detrás de la oreja un
mechón de cabello que se le había escapado—. Creí que eras mi amigo, no
sé por qué pensé que hasta cierto punto eras especial y lograrías
comprenderme, pero me he equivocado, estaba totalmente equivocada.
Tratas de limitarme por mis problemas pensé que serías completamente
distinto y no es así, por el contrario eres igual a mi padre.
En ese momento Samuel emitió un sonido gutural que era más parecido a la advertencia de un animal salvaje.
—No
vuelvas a decir eso Megan —solicitó clavando en ella la mirada que se
volvió repentinamente brillante por la ira—. No vuelvas a decirlo.
—Disculpa,
sé que lo que menos deseas es que te comparen con un delincuente cuando
eres un ejemplo de rectitud y justicia —dijo con sorna. Era una
espinita que le molestaba desde hacía mucho tiempo y necesitaba
sacársela a como diera lugar.
Samuel tensó la mandíbula y sólo
Dios sabía lo fuerte que estaba reteniendo las riendas de su
autocontrol, Megan estaba rebasando los límites de su tolerancia.
—Sí
crees que con esa actitud lograras que ventile información para la cual
no estoy autorizado puedes olvidarla, eres muy mala para la
manipulación —le dijo con total sinceridad y se echó hacia adelante en
su sillón; apoyando los codos sobre sus rodillas—. Sí tu padre no te ha
dicho que es más que un delincuente común, no es mi problema y no por
eso voy a permitir que juzgues mi proceder. Es mi trabajo, hago lo que
me toca y no tienes por qué involucrar eso en la amistad que tenemos
—hizo una pausa para agarrar oxígeno y ver a Megan con los parpados muy
abiertos, dramatizando las emociones que se reflejaban en su rostro,
pero no por eso se detendría—. En cuanto a lo de Thor, no es por ti que
me opongo a la relación ni por tus inexistentes problemas, no tienes
ningún mal.
—¿Entonces por qué te opones? ¿Por qué no terminas de
aceptar que tengo una relación con Thor? —inquirió abrumada y con el
pecho agitado por la mezcla de rabia y tristeza que la gobernaban.
—Por
razones que no vas a entender… tú tienes una muralla que Thor no debió
sobrepasar y no me refiero a tus problemas, es algo más complicado
—vaciló con la mirada, la cual una vez más desvió al mar nocturno.
—Es
porque no quieres que tu primo se relacione con la hija de un
delincuente… Sam yo no tengo la culpa —dijo la últimas palabras en un
hilo de voz y los ojos se le llenaron de lágrimas—. Tampoco creo que mi
padre sea un hombre malo, que es sobreprotector sí, que es un gruñón sí,
que es un casanova que no acepta que a su edad sólo hace el ridículo
también, pero no lo creo un delincuente al cual tengan que tener con un
localizador judicial.
—Sé que no tienes la culpa de nada Megan,
estoy seguro que no la tienes, si así fuera nunca me hubiese acercado a
ti. Intenté protegerte, todo este tiempo es lo que he tratado de hacer
—La miró de soslayó y la vio limpiándose una lagrima. En ese momento el
corazón se le oprimió, no pretendía hacerla llorar, porque estaba seguro
que ya mucho lo había hecho al infeliz que tenía por padre. Tendió la
mano y agarró la de ella que pretendía con sus uñas acabarle el sillón
al padre de Diogo—. Muchas veces no llegamos a conocer completamente a
las personas con las que hemos vivido toda nuestra vida, otras tantas
los que son nuestros héroes pueden en segundos convertirse en los peores
villanos que jamás conocerás, los demonios a los que más temerás y a
los que más odiaras aún si segundos antes los amabas con el alma. La
vida se puede destruir en segundos, con pocas palabras o con tan solo un
nombre, un nombre bastara para que tu vida cambie por completo.
Involuntariamente
Megan se aferró al agarré de Samuel y le apretó los dedos llenándose de
la calidez de sus manos unidas, era una sensación que la llenaba de
paz, una sensación muy agradable que la hacía sentir protegida y aunque
él estaba con la mirada al frente pudo ver como los ojos se le
oscurecían.
—No entiendo lo que quieres decir —murmuró
completamente desconcertada ante las palabras de Samuel—. ¿Quieres decir
que mi papá es un hombre malo, que hizo algo muy malo y que yo no lo
conozco? —Ante la pregunta que hizo sólo logró que Samuel le soltara la
mano y se pusiera de pie.
—Sí estás segura que Thor te quiere de
verdad, no voy a ir en contra de lo que sienten, tienes mi permiso para
formar una familia con él si así lo quieres. —Le llevó una mano a una de
las mejillas se la acunó con ternura, se dobló un poco y le dio un beso
en los cabellos—. Voy a ver si ya Rachell despertó.
—Evadiste mi
pregunta… mi papá es un hombre malo. —Esta vez ella no hizo una
pregunta, fue una aserción ante la actitud de Samuel—. Por favor Sam,
prométeme que no dejarás que lo encarcelen.
—De hecho Rachell ya
está lista —dijo al ver a través del cristal que la chica se dirigía a
la salida principal y salió a buscarla sin hacer una promesa que estaba
seguro jamás cumpliría, porque ni siquiera intentaría absolver el crimen
que Henry Brockman había cometido.
****
Rachell
había decidido vestirse para ir al local nocturno que visitarían esa
noche y no tener que hacerlo después, buscó en el armario algo que
ponerse, entre todas las prendas blancas que había llevado y que las
mujeres encargadas del servicio habían organizado en el clóset,
seguramente mientras ellos estaban recorriendo la propiedad.
Se
colocó un vestido blanco ancho de telas ligeras que le llegaba a los
muslos dando la impresión de ser un camisón, con mangas largas y
abiertas a los costados desde los hombros hasta las muñecas donde se
unían en el puño. Se hizo una trenza y la enrolló en moño muy prolijo
pegado a la nuca y hacia un lado. Creando un bonito y elegante peinado.
Su
debilidad eran los zapatos altos y no dejaría de usarlos por nada, por
lo que se puso unas plataformas corridas color salmón y se maquilló muy
natural, sólo resaltó un poco sus ojos con delineador y rímel.
Se
había esmerado en lucir realmente hermosa y estaba segura que lo había
hecho por y para Samuel. Era su manera de premiarlo por haber
descubierto lo especial que creía ella era para él. Pero no era más que
una estúpida que estaba cayendo en las estrategias de un hombre.
Samuel
le demostraba que no era tan especial como aparentaba ser, lo había
visto tomándole la mano a Megan y después besarla y eso fue un duro
golpe. Comprendía porque le había dado tanta importancia a la relación
de ella con su primo, porque armaba tanto drama. Era evidente que le
gustaba y lo que le daba más rabia era saber que el muy maldito le había
mentido en su propia cara.
No se quedaría ahí para seguir
haciendo el ridículo, por lo que ni siquiera le advirtió de su
presencia. Se alejó tan rápido como pudo y lo único que tenía en mente
era largarse de ese lugar, buscar un hotel para pasar la noche y al día
siguiente muy temprano regresar a Manhattan.
Salió y los zapatos
le dificultaban caminar por la grama, no podía andar tan rápido como
quería, además la fría brisa marina le erizaba toda la piel.
—¡Rachell!
—Samuel la llamó, pero ella no se detuvo y no podía más que preguntarse
qué demonios hacía caminando hacía la salida, porque definitivamente
ese era su objetivo, no lo buscaba a él—. Rachell, ¿a dónde vas?
—preguntó siguiéndola.
Rachell lo sentía pisándole los talones y
sin embargo no quería volverse, mientras los zapatos seguían
entorpeciéndole la huida, sin pensarlo se detuvo y se los quitó, se dio
media vuelta y se los lanzó. Odiaba los reflejos de él porque había
esquivado perfectamente el ataque.
—¡Vete a la mierda! —le dijo y prosiguió su camino mucho más rápido al estar descalza.
—¿Estás loca? —preguntó agarrando los zapatos de ella y empezó a trotar para alcanzarla.
—Sí estoy loca, pero no soy estúpida.
—¿Qué
pasa? ¿Por qué estás molesta? —interrogaba completamente desconcertado y
pedía al cielo que Dios lo iluminara tan sólo un poco para poder
comprender a la mujer que amaba.
—No estoy molesta —refutó en medio de un grito.
—¿No lo estás? Ahora me mandas a la mierda por cariño y me atacas deliberadamente con tus zapatos por nada.
—Deberías saber si es por nada. —Ella seguía alejándose y el portón de salida se le hacía cada vez más lejos.
Samuel
lanzó los zapatos a la grama y corrió tras Rachell, en menos de cinco
segundos le cerró la cintura con los brazos y la levantó del suelo.
—¡Suéltame!
¡Suéltame! —le exigía poniendo en práctica sus clases de defensa
personal: se echó hacia atrás para darle un cabezazo pero una vez más él
esquivaba sus agresiones.
—¿Acaso has tenido pesadillas?
—preguntó con la voz agitada por el esfuerzo que hacía por retener a la
fiera salvaje en la que se había convertido Rachell.
—Deja de hacerte el estúpido Samuel, bájame y deja que me vaya.
—Estás demente si crees que te dejaré ir a esta hora y con este frío.
—No creo que te importe mucho lo que pueda pasarme.
—En
eso te equivocas, me importa y mucho, me importa más que cualquier
cosa… supongo que tu ataque irracional de celos se debe a que me has
visto con Megan —le dijo convencido de que era lo que le pasaba a
Rachell y el por qué quería irse.
—¿Ataque irracional de celos?
Ya quisieras provocar eso en mí. —le dijo con sorna, una que se obligó a
demostrar porque verdaderamente sentía que se la llevaban mil demonios
al infierno—. Eres un infeliz que se da golpes de pecho y crítica los
sentimientos de su primo, pero no tiene las bolas suficientes para
afrontar que le está seduciendo a la novia. ¿A qué estás jugando
Garnett? —preguntaba mientras seguía pataleando y ya no sentía frio, no
ante la ira que la consumía.
Samuel no pudo evitar carcajearse,
adoraba ese lado salvaje y posesivo de Rachell, que se sintiera
amenazada por Megan para ver si así por fin definía sus verdaderos
sentimientos hacía él. Tenía a su favor fuerza y altura para dominarla,
la puso de pie sobre el pasto y la volvió hacia él.
—Yo no juego a nada —le dijo mirándola a los ojos.
—Desgraciado —le soltó con los dientes apretados y sintiéndose impotente por no poder hacer nada porque él la tenía sometida.
—Estás hermosa —contestó el insulto de ella y le sonrió de medio lado.
Rachell
estaba segura que usaba sus mejores tácticas para doblegarla pero no
iba a caer una vez más, había abierto los ojos y se daba cuenta de lo
que verdaderamente era Samuel Garnett.
—Maricón —le dijo llena de ira—, descarado —En ese momento su cuerpo se estrelló contra el muro cubierto por hiedra.
—Sigue
soltando todos los insultos que se te pasen por la cabeza, lo único que
ganas es fortalecer mi certeza de que estás celosa, no tienes por qué
estarlo —la tomó por las muñecas y con la ayuda de su cuerpo la dejó
inmóvil contra la cerca, mientras se encontraba en medio de la penumbra
del jardín.
—No estoy celosa —arrastró las palabras y se moría al menos por alcanzarlo y morderlo.
—Entonces por qué esta actitud tan estúpida, tan fuera de contexto. No he hecho nada para que actúes de esta manera.
—¿No has hecho nada? —inquirió realmente impresionada ante el descaro de Samuel.
—Estaba
conversando con Megan, acerca de su padre y de su relación con Thor,
que le di un beso sí, le agarré la mano sí. Eso hice, pero no fue un
gesto que distara de cariño. Es eso lo que siento por Megan, un cariño
fraternal. Nada más. —Se acercó más al rostro de Rachell, tanto como
para respirar el mismo aire—. Sin embargo me emociona que me celes, me
excita que lo hagas —murmuró fijando sus pupilas en los labios
temblorosos de la chica.
Me han alegrado la tarde muchas gracias a la autora y a ustedes.
ResponderEliminarSaludos
Que,maravilla ya estoy muriendo por leer el libro
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