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Lo Último

domingo, 28 de diciembre de 2014

''Ser padres nos cambio la vida'' Segunda parte ♥

Palabras de Lily Perozo: Buenas noches, aquí vengo con la segunda parte del relato. Recién sacado del horno, así que pido disculpa si tiene errores porque no lo he leído, lo haré después de publicado. Trataré de dar partes semanal. Ya que continua. Jajajaja esto prácticamente se me convierte en otro libro, jajajaja, pero vamos poco a poco.

Ser padres no cambió la vida.
The Boy From Ipanema.
Rachell se había quitado los zapatos negros de tacón moderado, porque los pies empezaban a hinchárseles, se sentó en la verde y húmeda grama, frente a la lápida de mármol oscuro, mientras la brisa fresca de la primavera le acariciaba el rostro, y le inundaba las fosas nasales con el aroma de la variedad de las flores que habían en el lugar. Sentía el corazón brincando en la garganta, no importaba que tanto se ejercitara, la realidad era que estaba en el séptimo mes de embarazo, y la respiración se le agitaba ante el mínimo esfuerzo; haber caminado desde la tumba de su suegra hasta la de Oscar habían descontrolado su presión. 


—Hola —dijo casi sin aliento y sonriendo, mientras observaba atentamente la fotografía de un Oscar sonriente, así como ella lo había inmortalizado en su memoria y corazón—. Hoy traje en colores variados —informó mientras retiraba las margaritas marchitas y las reemplazaba por quince flores de la misma especie, en varios colores.
Siempre le dejaba margaritas, porque esa era la flor con la que se identificaba con su adorado Oscar, al que extrañaba a cada momento, anhelaba poder ver su sonrisa, porque imaginársela no bastaba.
—Solo haces falta para que todo pueda ser completamente perfecto, pero sé que estás bien, sabes que soy un poco egoísta y te quiero conmigo. Pienso que tal vez puedes verme desde cualquier lugar en el que estés —suspiró mientras se acariciaba el abultado vientre, y aunque evidentemente se mostraba embarazada, seguía manteniéndose estilizada y elegante con ese vestido turquesa que hacia resaltar el color de sus ojos.
—No quiero que estés triste, porque no podré visitarte en algunos meses, pero quiero que sepas que siempre te llevo conmigo, a donde vaya, estás aquí —murmuró sintiendo que las lágrimas le subían a la garganta mientras se tocaba el pecho—. Apenas tenga la oportunidad te traeré a mi niño o niña. Quisiera quedarme más tiempo, pero tengo que hacer otra parada antes de llegar a casa. Por eso solo trabajé medio día —se besó las yemas de los dedos y estiró la mano, llevándola al retrato de Oscar.
Se puso de pie y con los zapatos en la mano caminó por la fría grama, dejándose llevar por la maravillosa sensación que le causaba el rocío, mojarle los pies, amparada por los frondosos árboles, una ráfaga de viento le brindó una lluvia de flores de cerezo que parecían hermosas y rosadas mariposas cayendo desfallecidas.
Samuel había hecho un espacio de tres horas en su apretadísima agenda, para compartir con su amigo Julian, que con quince años, apenas quedaban rastros de ese accidente que le había marcado la vida, sin embargo se sentía orgulloso del hombre que estaba educando Logan. Era un chico alto y delgado, de cabello oscuro y unos atrayentes ojos grises, que ya no pasaban desapercibidos para las chicas de la secundaria donde estudiaba.
—Quiero irme a estudiar a Londres —dijo sentado de manera despreocupada frente a Samuel, en la cafetería La Calombe, donde disfrutaban de unos cappuccinos, acompañados por unos croissants de almendras—. Pero no sé cómo decirle a mi mamá, creo que se opondrá.
—No puedes saberlo sino se lo dices, aún te faltan tres años, creo que tendrás tiempo para meditarlo —aconsejó Samuel mientras revolvía su café.
—Realmente no tengo tiempo, quiero terminar este año y continuar la secundaria en Londres —comentó haciendo a un lado el capuccino frappe.
Esa noticia sorprendió a Samuel, no quería que Julian se fuese tan lejos, más que amigos, lo quería como a un hijo, fijó su mirada en la del chico, mientras intentaba pasar el nudo que se le había formado en la garganta.
—¿Puedo preguntar por qué has tomado la decisión y si tu padre lo sabe?
—Papá no quiere que me vaya, dice que puedo terminar mis estudios aquí, que hay buenas universidades y lo sé.
—Debes tener claro qué es lo que deseas hacer en Londres, no será fácil. No quiero decir que no seas lo suficientemente capaz para afrontar la independencia, es más que eso. Es estar lejos de la familia, te hablo por experiencia. Estudié mi carrera de derecho en Alemania y siempre fue muy difícil, realmente difícil estar lejos de mi tío y primos.
Julian frunció la boca, como si estuviese meditando su decisión, mientras miraba a Samuel a los ojos.
—Aún eres joven —continuó Samuel, al ver que Julian dudaba—. Te aconsejó que termines la secundaria y si después quieres hacer tus estudios universitarios en Londres, yo mismo hablaría con tus padres para convencerlos de que es lo mejor para ti, también puedes contar con mi ayuda para que te radiques allá, me comprometo a llevarte.
Julian sonrió mostrando su trabajo de ortodoncia invisible, sintiéndose feliz y satisfecho al contar con la ayuda de más que su amigo, su ángel salvador, ese porque el que estaba vivo. Estaba seguro que si Samuel no lo hubiese ayudado, no habría superado las quemaduras que le devoraron gran parte del cuerpo y del que apenas tenía huellas.
—Gracias.
—No agradezcas, ahora sí debo regresar a casa porque tengo a una esposa embarazada —hizo un ademán para que le hicieran llegar la cuenta—. Que debe estar extrañándome, o al menos es lo que quiero pensar —sonrió entregándole la tarjeta de crédito a la señorita que tendía el recibo.
—Seguro te extraña —dijo poniéndose de pie y agarrando la chaqueta de cuero, que había dejado en el respaldo de la silla.
De camino a la salida, Samuel retiró la tarjeta —. Supongo que aún no tienes a alguien especial —comentó interesándose un poco más en la vida del chico.
Julian se mantuvo en silencio, pero no pudo ocultar el rubor que se le apoderó de las orejas y los pómulos. Mientras se colocaba la chaqueta.
—No, no tengo a ninguna chica —murmuró con la mirada al frente, intentando con eso no mostrarse vulnerable delante de Samuel, al tiempo que se llevaba las manos a los bolsillos del jean.
—Pero sí hay alguna que te guste.
—Sí, pero no se fijará en mí, no soy el típico deportista con más masa muscular que cerebro —masculló siendo torturado por las inseguridades de la adolescencia.
—¿Puedo saber quién es? —preguntó mientras caminaban por la acera, en medio del mar de personas que abarrotaban las calles.
—Es mayor que yo, tiene diecisiete y es la capitana de las cheerleaders de la escuela, ella ya tiene a un chico rubio.
—Tonterías, no te dejes amedrentar por esa mierda. Eres un chico con gran personalidad.
—A ella solo le interesan los músculos y los tipos con más ego que calificaciones. Intentar acercarme a ella es una pérdida de tiempo y de emociones. Primero debería dejarle saber que existo, porque nunca me ha tomado en cuenta.
En ese momento Samuel lo sorprendió pasándole un brazo por encima de los hombros y lo pegó a su costado, él sonrió y no se alejó, siguieron caminando como si nada.
—Julian, empieza a hacerle saber que existes, no necesitas músculos, necesitas seguridad, a las mujeres, todas, absolutamente todas les gusta un hombre que se interese por ellas. Sé que no será fácil porque los nervios siempre son el peor enemigo que podemos tener, pero tienes que crear un equilibrio perfecto entre interés y desinterés. Es decir le haces saber que te interesan sus cosas, pero no tanto como para que ella piense que no puedes respirar si no está a tu lado. Cuando le hables mírala a los ojos y a la boca, ningún otro lugar.
—Cómo si fuera tan fácil.
—No es fácil, claro que no es fácil, pero debes dar el primer paso, uno siempre da el primer paso. La buscas, puedes hacerla caer en una sutil trampa, si es preciso encuentra la manera para que se moleste y quiera discutir, porque a las mujeres les encanta disentir, y te encargarás de llevarle la contraria, eso asegura que no se irá porque en el juego de palabras, nunca dan el brazos a torcer. Si te encuentra un excelente contendor tienes el éxito asegurado. Eso sí, sin pasarte de listo porque entonces te verá como un fanfarrón y no como un tipo interesante. Cuando ella tenga más ganas de llevarte la contraría, sencillamente te vas, eso la dejará con ganas de buscarte para reclamarte una vez más y así se dará más de un encuentro —aconsejó Samuel, como si le estuviese contando el mayor y más valioso de los secretos.
—Trataré de ponerlo en práctica, ¿qué debo hacer con el capitán del equipo de soccer con el que sale?
—Tú no harás nada, ella misma lo alejara, cuando se dé cuenta de que eres mejor que ese chico esteroides —le guiñó un ojo con complicidad.
—Bien, voy a confiar en tu palabra —dijo sonriente y mandó a parar un taxi.
—No, yo te llevaré —le hizo saber Samuel.
—No es necesario, me iré en el taxi, mejor ve con tu esposa, porque si tardas más de la cuenta la encontrarás llorando en un rincón. Por cierto, ya decidí que me disfrazaré de Flash para la fiesta de la fundación —informó abriendo la puerta trasera del auto amarillo.
—Me alegra saber que nos acompañarás —dijo Samuel con una sonrisa, mientras sacaba la billetera de su bolsillo.
—No puedo faltar, me gusta ir —dijo sonriente.
Samuel asintió en silencio, le entregó un par de billetes al taxista y le indicó la dirección a la que llevaría al chico. Una vez que el auto se puso en marcha se despidió con un ademán. Siguió con su camino hasta el estacionamiento donde había dejado su camioneta.
Al llegar a la casa, sus oídos fueron acariciados por las altísimas notas de la bossa nova, que a través de los altavoces estratégicamente dispuestos por toda la casa, inundaban el ambiente.
Ni siquiera Snow lo había escuchado llegar porque no había ido a su encuentro, dejó las llaves sobre la mesa junto a la entrada y se encontró unos tiernos y pequeños escarpines tejidos en color blanco.
Irremediablemente el corazón se le instaló en la garganta y una sonrisa reflejaba esa felicidad que le causaba el pequeño detalle, era la primera prenda para su hijo, porque hasta el momento Rachell no había querido comprar nada. Por instinto se llevó los escarpines a la nariz disfrutando del suave aroma con que su esposa los había perfumado.
En ese momento otra prenda en color blanco captó su atención, era un gorro igualmente tejido y en el mismo color, que estaba como a diez pasos de distancia, caminó mientras se quitaba la corbata y desabotonaba la camisa.
Se apoderó de la pequeña prenda e inevitablemente un nudo se le hizo en la garganta al ver en uno de los escalones de la escalera de cristal, un biberón, mientras la bossa nova seguía inundando el lugar. Sin duda Rachell le había creado un camino que debía seguir, y como si fuese una hormiga recogió una a una las tiernas migajas que su esposa le había dejado, y que lo condujeron a lo que sería la habitación de su primogénito.
La puerta estaba abierta y ella de espaldas, con un ligero vestido blanco, descalza y un moño de tomate. Pensó que encontraría algo más, tal vez, lo sorprendería con la habitación ya decorada, pero no, estaba completamente vacía.
—Alto y bronceado, joven y guapo —canturreó Rachell consciente de que Samuel estaba parado en el umbral de la puerta no podía evitar sonreír—. El chico de Ipanema va caminado, y cuando se dirige cada chica que pasa va, aahh. Cuando camina es como una samba —movía su cuerpo lentamente de un lado a otro mientras seguía cantando la bossa nova.
Samuel se mordió el labio y dejó en el piso de madera que relucía, las cosas con las que Rachell lo había invitado; se quitó los zapatos dejándose los calcetines, caminó despacio hasta su sensual y embarazada esposa, abrazándola por la espalda, se le pegó al cuerpo y siguió las suaves nota del tema, al tiempo que le daba un beso en la majilla.
—Ah, pero lo veo tan triste, ¿cómo puede saber que lo quiero? Me gustaría darle mi corazón con mucho gusto. Pero cada día que camina hacia el mar, él mira hacia delante y no a mí… —siguió Rachell acariciándole los brazos a Samuel mientras disfrutaba de las tiernas caricias que le regalaba a la barriga.
—¿A qué se debe, esto tan especial? —le preguntó al oído, sin dejar de bailar con ella.
Rachell se alejó un poco del abrazo y se dio media vuelta, él quiso besarla, pero no lo permitió, al menos no por el momento.
—Quítame el vestido —le pidió mientras le sonreía y lo miraba a los ojos.
Samuel titubeó, no sabía a qué se debía la petición de su esposa, al parecer Rachell pensaba matarlo antes de que naciera su hijo, ese apetito sexual en ella era extremadamente peligroso, más de una vez había tenido que corresponderle a su mujer, estando casi dormido y buscar apoyo en algunos juguetes eróticos, porque no estaba dentro de las posibilidades humanas lo que ella pedía por las madrugadas.
Sin embargo verla mover las caderas de esa manera tan sensual, esa sonrisa perversamente sugestiva y la incitante melodía habían arrasado con todo el cansancio y dejando a su paso una evidente erección que debería atender en minutos.
Rachell con el corazón brincándole en el pecho esperaba que Samuel por fin se decidiera a desvestirla y descubriera lo que tenía para él, mientras se relamía los labios para calmar un poco la ansiedad.
Samuel llevó su mano izquierda al pecho de Rachell y se apoderó de la cinta de seda, jalándola sutilmente, manteniendo muy poca distancia entre ambos, sintiendo la tibia y pesada respiración de su mujer.
El lazo que formada la cinta desapareció, en medio de unas de sus mejores sonrisas cargada de deseo, los turgentes y llenos senos mantuvieron la prenda casi en el mismo lugar, por lo que llevó sus manos a los hombros femeninos, sintiendo como poco a poco, casi de la nada, Rachell volvía a enloquecerlo, era casi increíble cómo podía hacerlo temblar como al primera vez. Sólo ella lograba calmar esas ansias que lo incineraban.
Deslizó la prenda lentamente por los brazos, dejando que el peso de la tela hiciera el resto del trabajo, ella seguía inmóvil y él estaba a un latido de morir, ante la sorpresa que Rachell acababa de ofrecerle.
Súbitamente las lágrimas le bailaron al filo de los párpados, al tiempo retrocedía un paso, admirando la hermosa barriga de su esposa, que le mostraba un maravilloso paisaje que encerraba algunos lugares de Brasil. Todo estaba ahí, La bahía de Guanabara, y al fondo el morro el Pão de Açúcar, el Cristo Redentor, también estaba La Catedral de Salvador de Bahía, teniendo en frente a una Roda de Capoeira, El puente Octávio Frias de Oliveira de São Paulo, un pedacito de selva Amazónica en el que se asomaba una pantera con una mariposa revoloteándole en la nariz. Todo eso sobre el Lençóis Maranhenses, ese mismo lugar donde le pidió que viviera con él.
—Quiero que nazca en Brasil —dijo sonriente.
Se tragó las lágrimas, tuvo que hacerlo un par de veces y se aclaró la garganta para decirle que sí, que estaba de acuerdo, que podrían irse cuando ella lo deseara, pero nada de eso salió de su boca, sólo asintió al tiempo que las lágrimas se le derramaron. Rachell lograba desenterrar sin ningún esfuerzo al hombre vulnerable que había en él.
Acortó la distancia entre ambos y la besó, lo hizo con todo el amor que sentía por esa mujer, manteniendo el cuidado y la distancia que la barriga le exigía.
Continuará… 

Relato: Parte 1
Julian

2 comentarios:

  1. Hola!!! Amo la saga de verdad es un excelente trabajo y por lo mismo me encantaría saber sí un no tienen más partes de este relato "Ser padres nos cambio la vida. La verdad me interesa saber más. Ojalá pronto tengan otro poco para que personas como yo sigamos fascinadas con está historia. Gracias

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    Respuestas
    1. Hola!! Nos alegramos que te guste esta saga, a nosotras nos enamoro totalmente. Ya salió una tercera parte pero no hemos tenido tiempo de subirla, pero trataremos de subirla lo más pronto posible. Solo tienes que estar pendiente :D

      Saludos♥

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