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Lo Último

domingo, 30 de marzo de 2014

Sexto Adelanto de DMAV♥

DECISIONES: SEXTO ADELANTO

No sabía si los manotazos que estaba recibiendo en la cara eran parte del sueño, o de esa realidad a la cual no quería despertar; por lo que se resistía a abrir los párpados. Había programado su cuerpo para que descansara al menos ocho horas y estaba seguro que aún no cumplía ese tiempo.


Sin abrir los ojos, porque los sentía sumamente pesados se colocó boca abajo, pero entonces un peso sobre su espalda lo hizo desistir del sueño y ser consciente de que no estaba solo en su cama, de soslayo y sonriente diviso a quien osaba despertarlo de esa manera tan peculiar; pero la sonrisa se le congeló cuando su acompañante no era Rachell que había irrumpido de su departamento. Era una cosa diminuta de quince meses.


—¿Qué haces aquí? —preguntó extendiendo el brazo y con cuidado lo quitaba de encima de su espalda y lo acostaba a su lado—. ¿Dónde está tu padre? —Samuel hacía las preguntas y Liam rodó sobre su pequeño cuerpo y gateó para una vez más subirse a la espalda del chico.


Samuel comprendió que el niño quería quedarse ahí. Con cuidado extendió la mano y agarró el teléfono móvil que reposaba sobre la almohada a su lado. Donde lo había dejado entrada la madrugada después de conversar por mensajería con Rachell. 


Apenas tocó el círculo inferior en el móvil y éste reconoció su huella. Se desbloqueó e iluminó la pantalla. Tenía sólo un mensaje y se dispuso a revisarlo, mientras Liam creía que su espalda era un tambor.


      Pantera, necesito que cuides de Liam, mañana debo regresar a Brasil y no quiero hacerlo sin cumplir la promesa que le hice a Thais de pasar un día inolvidable en la Gran Manzana.  No te preocupes Liam come cualquier cosa, sin embargo en el refrigerador Thais te ha dejado un par de biberones y en el sofá de la sala están las cosas personales. Ian.


—¿Qué mierda? —se preguntó realmente aturdido—. Me está jodiendo, esto tiene que ser una broma. —masculló y una vez más se quitaba a Liam de la espalda.


Salió del lecho y marcó al número de su primo. Miles de improperios cruzaron por su cabeza en el momento en que la operadora le informaba que el número estaba fuera de servicio.


—Seguro está abajo y me quiere joder la vida… ¡Hey tú! Quédate ahí. —le pidió al pequeño que trataba de ponerse de pie sobre la cama y ante el mandato de su tío se dejó caer sentado.


Sin colocarse camiseta y sólo con el pantalón del pijama en color rojo, se encaminó a la puerta; pero al ver que Liam una vez más intentaba ponerse en pie. Regresó sobre sus pasos, lo bajó de la cama, y lo sentó en la alfombra.


—Aquí estarás más seguro.


Samuel salió de la habitación y buscó con la mirada a su primo, pero no había señales de que alguien más estuviese en el departamento. Un bolso en colores azul cielo y blanco sobre el sofá le hicieron saber que esa pañalera contenía las cosas de Liam.



Bajó los últimos peldaños de la escalera aérea, se dirigió casi corriendo a la cocina para verificar si estaban los biberones y por primera vez desde que vivía ahí, se golpeó el dedo pulgar de su pie derecho con el desnivel.


—La puta madre que lo pario. —ahogó la exclamación ante el dolor. Y la pesadilla poco a poco se hacía realidad, al ver en el refrigerador los biberones y otro envase que parecía tener gelatina de cereza o fresa, o quién sabe qué coño de fruta artificial en color rojo sería. 


Lanzó la puerta del refrigerador y se encaminó hasta el teléfono más cercano. Intentó una vez más con Ian e igual el número le salía fuera de servicio. Dejó libre un pesado suspiro y la angustia se mezclaba con desesperación en su pecho. Se armó de valor y marcó a Thor.


—No… no, esto no me puede estar pasando… —se lamentó cuando la operadora le informaba que su otro primo también había desaparecido del planeta—. Thor contesta el maldito teléfono, apenas escuches este mensaje, corre al departamento hay  una emergencia.


Se dejó caer sentado en el sofá, tratando de cambiar su realidad con la mirada fija a la nada. Nunca le habían gustado los niños, podía verlos, hacerles unas bromas; pero no más de media hora, no más. Después de unos minutos y con la cabeza un poco fría, logró encontrar una nueva solución y llamó a una de las asistentes al servicio, que aunque tenía el día libre él le pagaría el triple si venía a hacerse cargo de Liam.


—Lo siento señor Garnett, no puedo… es que hoy han venido mis nietos  a la casa, no puedo dejarlos solos.

—Por favor. —suplicó en un hilo de voz.


—Me da pena con usted, pero no está en mis manos, tengo que atender a los niños. Si mi hija regresa antes de tiempo puedo pasar por allá.


—Se lo agradecería… es una emergencia, yo no sé nada de niños. —Samuel sentía las esperanzas perdidas y sólo quería darse topes contra la pared.


—No es tan difícil señor. —le informó la señora al otro lado de la línea telefónica.


—Espero que no lo sea —dijo soltando un suspiro—. De todas maneras muchas gracias. —colgó y el llanto proveniente de la segunda planta del apartamento, le decía que desgraciadamente iba a ser difícil.


—¡Ya voy! —le informó al tiempo que se ponía de pie, se encaminó de regreso  a la habitación y se encontró con el niño gateando hacía él—. Ven acá. —Le pidió cargándolo y por instinto lo arrullaba para que dejara de llorar, porque empezaba a desesperarlo y si no se callaba los dos terminarían en las mismas condiciones.


Sin que Liam dejara de llorar, regresó con él a la cocina y buscó uno de los biberones, de ahí se fue al salón de entretenimiento y encendió el televisor. Buscó entre los canales uno que llamara la atención del pequeño, pero ninguno parecía interesarle.


Le quitó la tapa al biberón  y se lo entregó, no pudo evitar soltar un suspiro de alivio al ver que el niño al menos podía alimentarse por sí solo y esa fue la acción perfecta para que dejara de llorar y al minuto Liam empezaba a darle importancia a lo que pasaban en el canal infantil.


Al menos había logrado distraerlo, pero él necesitaba su tiempo. No había dispuesto ocuparse con un niño cuando debía estar (Spoiler no pueden saber lo que debería estar haciendo)


Liam a veces se reía con las caricaturas, aunque él estaba seguro que no entendía porque la programación estaba en inglés. Él mismo se vio sumergido en ese mundo de colores vivos y muñecos casi deformes, pero que empezaban de vez en cuando a hacerlo reír también. Tenía muchos años sin sentarse a ver caricaturas, tal vez unos quince o hasta más.


El niño fue quien le hizo saber que había terminado con su alimento, al entregarle el biberón, el cual Samuel colocó a un lado en el sofá y lo tapó. Pero la tranquilidad no sería eterna porque una vez más Liam se inquietaba, no lloraba pero si quería bajarse de las piernas de Samuel.


Él lo dejó bajar y que hiciera lo que quisiera, pero lo que Liam quería hacer, era quedarse ciego al pararse frente a la pantalla y tratar de agarrar a Sponge Bob.


—No… no ven acá, te quemaras las retinas. —Samuel lo agarraba por la cintura y lo alejaba del televisor, pero el niño no podía entender qué era lo que su tío quería decirle, él solo era manipulado por la curiosidad y apenas su tío se descuidaba. Gateaba nuevamente hasta la esponja amarilla con grandes dientes que hablaba.


Samuel en vista de que era imposible alejarlo del televisor, decidió apagarlo y salir del salón de entretenimiento. Una vez más Liam rompía en llanto y le tocaba adivinar qué era lo que necesitaba para callarlo.


—Ian me ha tirado un camión de mierda encima. —murmuró mientras el niño no dejaba de llorar. En ese momento vio las llaves de uno de los autos, la agarró y empezó a agitarlas en el aire con eso captando la atención del pequeño que gracias al cielo dejaba de llorar.


Necesitaba ayuda, porque apenas llevaba media hora con el niño y ya le dolía la cabeza. No podía siquiera imaginarse lo que sería el resto del día. Lo sentó en el sofá y le dejó las llaves. Agarró el teléfono y una vez más llamó a Ian. Obtuvo el mismo resultado, tuvo que contener su rabia tensando la mandíbula y apretando el teléfono, para no estrellarlo contra la pared. 


Se daba suaves golpes en la frente con el teléfono inalámbrico y al parecer eso le hizo surgir una última idea. Su última opción  y estaba seguro que no lo dejaría solo con ese gran conflicto.


Después de que repicara tres veces, atendía el teléfono y él mentalmente soltaba un aleluya, presintiendo que lograría alivianar la carga que sería cuidar de Liam él solo.


—Hola, ¿estás ocupada? —preguntó olvidando el protocolo ante el momento que estaba viviendo.


—Te estoy siendo infiel con Robbie Williams. —Rachell no podía ocultar la picardía  en su voz.


—Puedes decirle a Robbie que termine  lo que están haciendo él solo, porque te necesito… Rach, tengo una emergencia. —Samuel sabía que si hubiese estado en otra situación habría seguido el juego de Rachell, pero no era el mejor momento.


—¿Pasó algo? —Ante las palabras de Samuel a ella se le activó inmediatamente una alarma interna—. ¿Estás bien?


—Estoy bien, pero necesito que vengas… es urgente Rach.


—Está bien, voy para allá ¿seguro qué estás bien? —preguntaba y salía de la cama con destino al closet.

—Sí, estoy bien, no es nada grave, pero necesito de tu ayuda.


—Ya me estoy vistiendo. —informó mientras se colocaba un jean desgastado, siendo lo primero que agarró de su ropa informal—. En unos minutos estoy contigo.


—Gracias menina —dijo y soltó un suspiro de alivio sintiendo que Rachell le acababa de salvar la vida.


La palabra menina le quedó haciendo eco en los oídos y cada vez que se repetía legiones de mariposas hacían fiesta en su estómago. Agarró una sudadera blanca con las letras NYC en color fucsia extremadamente llamativo y una botas hunter negras.


Sin ningún tipo de maquillaje agarró una liga e hizo una cola de caballo alta, no estaba en ella salir a la calle de manera tan informal, pero su instinto le pedía que se diese prisa. Agarró las lleves de su Pegaso y bajó.


Samuel le brindaba toda su atención a Liam, que más de una vez había lanzado las llaves al suelo y lo tenía como si fuese el perro que iba tras la pelota.


—Liam, las tiras otra vez y no las voy a recoger. —Le advirtió cuando se las entregaba por quinta vez.


El niño agitó en sus manos las llaves entreteniéndose con el sonido que provocaban al chocarse, pero más le gustaba que su tío se las pasara, por lo que una vez más las tiró al suelo.


—Bueno ahí se quedan, yo no voy a agarrarlas. —Le dijo cruzándose de brazos.


Los labios del niño de fruncieron haciendo una media luna y empezó a hacer pucheros.


—No Liam, no vas a llorar… no puedes hacerlo cada diez minutos… está bien —dijo levantándose y recogiendo las llaves—. Aquí tienes.


El niño no quiso agarrarlas y rompió en llanto una vez más. Samuel se llevó las manos a la cabeza y se la frotó con desesperación.


—Hice algo malo verdad —dijo elevando la mirada al cielo—. Ven aquí… Liam si no te callas te voy a meter en el ascensor y te dejaré ahí. —Una vez más lo cargaba y se ponía de pie.


En ese momento las puertas del ascensor se abrían mostrándole a su salvación, pero los ojos de Rachell estuvieron a punto de desorbitarse al verlo con el niño en brazos y el pasó que había dado fuera del elevador lo retrocedió, como si hubiese visto un fantasma. 



(Aquí un pequeño adelanto, mientras seguimos esperando la respuesta de la editorial)


Gracias a todos por la paciencia! 


Gracias a +Lily Perozo 

2 comentarios:

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